martes, 8 de marzo de 2011

La Pequeña Vela.


Erase una vez una pequeña vela que vivía feliz su vida en una cajita, cierto día se pregunto: ¿para qué servía ese hilo negro y finito que sobresale en mi cabeza?
Una vela vieja que estaba a su lado le dijo: ese es tu “cabo” y sirve para que seas  “encendida, para que des Luz”.
¿Ser “encendida”? “¿Luz? ¿Qué significaría eso?.
La vela vieja le dijo que era mejor que nunca lo supiese, porque era algo muy doloroso.
Mas esta advertencia no le importo, ella siguió y siguió buscando y preguntando.
Primero pregunto a las flores de papel, quienes vivían en la habitación, mas ellas no sabían nada, “pregunta a la Gallina y a los pollos” dijeron las flores, la velita corrió a preguntarles pero ellos tampoco sabían nada. “Pregunta a las aves del cielo ellas están más cerca de la luz verdadera” dijeron los pollos. Entonces la velita salió y llamo a las aves del cielo, a lo que ellas contestaron: “nosotras somos las aves del cielo, nosotras no sembramos ni cosechamos, ni guardamos en graneros; mas la Luz verdadera es quien nos alimenta”.
¿Ahh?? Que dicen aves? ¿No les entiendo?
Un día, “la Luz verdadera que ilumina a todo hombre y todo ser en la tierra”, vio que esta velita lo estaba buscando y preguntándolo; le fue agradable a sus ojos y con su presencia contagiosa y su Grandioso poder se acercó y con su mano poderosa la encendió.
Ella se sintió muy Feliz saltaba de la alegría se sentía viva y totalmente nueva, pero pronto también se dio cuenta que la luz constituía no solo una alegría, sino también una fuerte exigencia. Para que la luz perdurara en ella, tenía que alimentarla desde el interior, a través de una búsqueda diaria de aquel que la encendió, de una permanente consumirse y de un constante derretirse por Amor. Entonces su alegría cobró una dimensión más profunda, pues entendió que su misión era consumirse al servicio de la luz y aceptó con fuerte conciencia su nueva vocación.
A pesar de todo, a veces la velita miraba por la ventana y pensaba “ ah hubiera  sido más cómodo no haber recibido esta  luz, me derrito a diario, y mi vida hubiera sido mas fácil al solo quedarme “ahí”, tranquilamente sin esforzarme” y en ese momento tuvo la tentación de dejar morir la llama, de dejar morir la luz y  volver a su vieja vida.
Pero la luz le permitió mirar más fácilmente a su alrededor y ese día alcanzó a darse cuenta de que existían muchas velas apagadas en esa habitación. Unas porque nunca habían tenido la oportunidad de recibir la luz. Otras, por miedo a derretirse, y las lejanas, porque creyeron que su Luz no podría Vencer a las corrientes de aire.  En ese momento se preguntó muy preocupada: ¿Podré yo encender otras velas? …

No hay comentarios:

Publicar un comentario